XXX. Una noche con H.P. Lovecraft
Sin duda Robert E. Howard era el hombre de acción en el grupo, pero nadie se esperaba aquello.
– ¿Una explosión? Si tuviéramos cartuchos de dinamita sería una buena idea. – Dijo Clark Aston Smith.
– Podemos causarla de otra forma. – Afirmó Robert E. Howard.
– Pues como no seas mago. – Dijo August Derleth.
– No es necesaria la magia, ni mucho menos, estoy pensando en algo más material. ¿Todavía guardas aquella botella de whisky que te regalé, H.P.? – Prosiguió Robert E. Howard.
– Por supuesto, está sin abrir todavía. – Contestó H. P. Lovecraft.
– Me alegro más que nunca de que seas abstemio. – Afirmó Robert E. Howard.
– No entiendo nada. – Protestó August Derleth.
– ¿Habéis escuchado hablar de un ruso llamado Mólotov y su cóctel? – Preguntó Robert E. Howard.
– No y sigo sin entender nada. – Dijo August Derleth.
– Disculpa, Robert, ¿cómo puede ayudarnos una bebida alcohólica en este asunto? – Dijo Clark Aston Smith.
– Es que no se trata de un cóctel para beber. – Contestó sonriendo Robert E. Howard.
Y les explicó a todos cómo funcionaba aquella singular bomba incendiaria. Realmente era muy sencilla.
– Podría lanzarla por una ventana, pero no me quiero arriesgar a que la llamarada alcance la casa, es mejor que salga afuera y de paso aprovecho para enviar al infierno a unas cuantas de esas criaturas. – Dijo Robert E. Howard.
– Pero es peligroso salir. – Replicó Frank Belknap Long.
– Es más peligroso quedarnos aquí sin hacer nada. – Dijo Clark Aston Smith.
– Pues ya está decidido, lo voy a hacer yo solo, no es necesario que nadie me acompañe. – Afirmó Robert E. Howard.
Continuará
Responder