Maldita melancolía

Me lo imagino sentado, junto a una mesa apartada, observando lánguidamente el fondo de una copa de absenta. Estoy hablando del gran poeta maldito. Charles Pierre Baudelaire. Recientemente ha sido el aniversario de su nacimiento. Si hay un concepto que marca por completo sus versos es el de spleen. Representa el estado de melancolía sin causa definida o de angustia vital de una persona. En este sentido hay una conexión entre determinado órgano y ese oscuro sentimiento. En la antigua Grecia se creía que el bazo segregaba la bilis negra por todo el cuerpo y ese fluido se asociaba con la melancolía. Este enfant terrible de la literatura era capaz de experimentar el placer más sublime y a la vez la más profunda tristeza. Una tremenda dualidad que lo perseguirá a lo largo de toda su existencia. Únicamente hallaba consuelo entre sus paraísos artificiales, es decir, una serie de sustancias que provocan un estado alterado de conciencia. Baudelaire nos invita a embriagarnos, ya sea de vino, de poesía o de virtud, la cuestión es poder sobrellevar las cadenas del tiempo. Es precisamente el tiempo su gran enemigo. Causante del tedium vitae, ese aburrimiento o cansancio de todo aquello que nos rodea en la vida, inseparable del ya mencionado spleen. Regreso ahora a ese imaginario café de París, el poeta apura -como si no hubiera mañana- su copa y después escribe algo sobre un papel arrugado. Podría ser el principio de uno de sus poemas. Cuando el cielo bajo y grávido pesa como una losa / sobre el gimiente espíritu presa de largos tedios, / y el horizonte abrazando todo el círculo / nos vierte un día negro más triste que las noches.

Maldita melancolía

Spleen et idéal, C. Schwabe

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