CXIII. La llamada del bosque

Una crujiente capa de hojas secas tapizando el suelo. Los excursionistas avanzaban entre las encinas y el cansancio. Llevaban ya casi tres horas desde que habían partido de la cumbre del Turó de l’Home, siguiendo un GR conocido por los más atrevidos, uno de los numerosos senderos que surcan el verde macizo del Montseny. Gloria no podía soportar más una garganta terriblemente seca y se paró para beber de su cantimplora. Los otros se iban alejando, no importaba, una vez aliviada los alcanzaría con facilidad. De repente comenzó a formarse niebla, una niebla muy rara teniendo en cuenta que era mediodía y el disco solar brillando vigorosamente, una niebla tan densa que se podía cortar con una navaja. Las encinas, las hojas secas, los otros excursionistas fueron engullidos por aquellos vapores que resultaban fantásticos. La sensación de estar como en un limbo llegó a agobiar a la joven, quien intentó llamar a sus compañeros, al principio con cierta calma para después ponerse a gritar sin reparos. Nadie contestó. Quizá no podían escucharla.
Decidió que lo mejor era quedarse donde estaba, sólo podía ver hasta unos metros a su alrededor y desconocía el territorio. De todas maneras sacó su brújula por curiosidad. Se llevó una sorpresa, la aguja parecía haberse vuelto loca, no paraba de dar vueltas. Aquello, pensó, era muy extraño. Al mirar su reloj palideció. Sucedía lo mismo que con su brújula. ¿Qué fenómeno estaba perturbando los mecanismos? ¿Estaba relacionado con aquella misteriosa niebla? Trató de calmarse. Seguramente todo aquello tenía una explicación. Después de un tiempo que no pudo determinar la niebla se desvaneció. Las agujas regresaron a la normalidad. De alguna manera, la niebla había provocado un campo electromagnético o algo así, ya se lo preguntaría a alguno de sus amigos de Ciencias. Prosiguió la marcha. Al poco distinguió alguien a lo lejos, tal vez eran los otros, les hizo gestos. Sin embargo tras unos pasos se dio cuenta de que no conocía a aquella gente tan peculiar. Una carreta y varios hombres a caballo. Lo peculiar consistía en su atuendo, la mayoría llevaban armaduras, lanzas y espadas, a la manera medieval. Lo primero que le pasó por la mente a Gloria es que formaban parte del rodaje de una película. Buscó cámaras y técnicos, pero no vio nada. El soldado que encabezaba el grupo detuvo su cabalgadura.

Continuará