XC. Creencias

El sicólogo se levantó y sacó músculos, mostrando que era muy fuerte. El niño comenzó a reír escandalosamente. Sin embargo, en el fondo, el doctor estaba preocupado. Si al principio había pensado que su pequeño paciente podía sufrir alguna clase de alucinación, esta última conversación le hizo valorar seriamente una posibilidad. Tal vez el niño tenía doble personalidad y sus monstruos hablaban por boca de él. De todas maneras, no creía que pudiera llegar a ser violento, simplemente trataba de representar, inconscientemente, una personalidad maligna. Si se hallaba en lo cierto, este desdoblamiento era el causante del desequilibrio del pequeño, dos personalidades opuestas que convivían en una misma mente.
Las consultas continuaron y el niño se encontraba cada vez más angustiado por sus horribles visitantes nocturnos. El sicólogo explicó a los padres su tesis sobre la doble personalidad del pequeño, aunque no estaba por completo seguro. Generalmente este tipo de paciente experimenta una notable mejoría con la medicación apropiada, sin embargo en este caso no había funcionado.
Una noche, después de varias semanas de chillidos y llantos, el padre decidió ir por primera vez a la habitación de su hijo. Es cierto que estaba alterado, pero no pensaba castigar al pequeño, todo lo contrario, intentaría calmar a su manera al pequeño. Al llegar a la puerta de la habitación lo vio, aferrado a uno de sus muñecos de peluche, totalmente aterrorizado.
– Pero bueno, ¿qué le pasa a mi hombrecito?
– Están ahí.
– ¿Quiénes?
– Ellos.
– Ya hemos hablado mil veces de esto, David, los monstruos no existen.
– Pero están ahí y parecen muy enfadados.
– Yo sí que me voy a enfadar con todas estas tonterías.
– ¡No pases, papa!

Continuará

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